Durante las últimas horas estuvieron en nuestra ciudad en una visita oficial autoridades a nivel provincial de ANSES, entre ellos su jefa regional Débora Espina. La misma se realizó en el día de ayer miércoles y fue de carácter protocolar. En ese marco, Espina manifestó que desde la entidad estatal están "cambiando el paradigma de atención" e intentando que no sea sólo la gente quien se acerque a las oficinas, sino que sea la misma ANSES quien esté "junto al vecino".
Entre otros logros, destacó que una innumerable cantidad de trámites que eran engorrosos hoy a través de la digitalización y de "la asistencia que se le brinda al usuario" la mayoría son simples y rápidos de hacer.
Pero curiosamente en ninguna de las entrevistas que brindó a medios locales (y ninguno de ellos "se acordó") mencionó un trámite que creció exponencialmente en los últimos dos años: el de despido.
Hasta fines de 2016, hace poco más de dos años, en promedio en la UDAI Balcarce se realizaban entre tres y cinco trámites de despido, en su mayoría de trabajadores rurales. Hoy los mismos son por lo menos uno diario. Es decir que de cinco despidos mensuales en dos años pasamos a tener (registrados) más de veinte al mes.
Alguno se preguntará por qué un trámite de desempleo en ANSES y no en el Ministerio de Trabajo: simple. Porque el Ministerio se limita a asesorar legalmente y (en el mejor de los casos) a patrocinar al despedido para que pueda percibir en tiempo y forma las obligaciones económicas por parte del empleador (liquidación, indemnización, etc). En cambio en la UDAI se puede tramitar el seguro de desempleo, que consiste nada más y nada menos que en un beneficio mensual por un tiempo máximo de hasta 12 meses (18 en el caso de trabajadores mayores a 45 años de edad), con un monto estimado por una ecuación que surge entre los ingresos declarados y el tiempo trabajado, con aportes declarados, que actualmente no supera como máximo los 4700 pesos.
También se podría intentar refutar esta estadística argumentando que no eran sólo cinco al mes. Es posible. Pero la lógica dice que a mayor intensidad de la crisis, mayores y más básicas necesidades: probablemente hace dos años había más de cinco despidos al mes, pero seguramente esos despedidos no tenían ciertas necesidades personales; además que el marco económico y el contexto social general era otro totalmente distinto. En 2017 por ejemplo un litro de leche de primera marca costaba entre 20 y 25 pesos. Hoy una de segunda marca promedia los 50. Y esto, como efecto dominó, provoca un derrame contrario al pretendido por las economías regionales: la circulación del dinero por desprendimiento. Esto significa que si el trabajador que pierde su empleo deja de consumir ciertos productos o reduce las cantidades, quien comercializa o produce ese bien tiene caída de ventas y reducción progresiva de demanda, provocando a la vez que este deba prescindir de ciertos productos matrices, servicios o peor aún, la reducción o suspensión de personal.
En definitiva, tal como viene surgiendo de diferentes informes, la crisis no es sólo un mal de las grandes ciudades: en Balcarce la pobreza y la recesión llegaron hace un tiempo haciendo estragos en todas las esferas sociales.