El jueves 21 de julio del año 2005 el entonces presidente argentino, Néstor Kirchner, junto a su esposa Cristina Fernández (en ese momento, senadora nacional por Santa Cruz) estuvo presente en nuestra ciudad, precisamente en el gimnasio de la Escuela Industrial.
Esta iba a ser la segunda y última vez que Kirchner visitaba Balcarce. Anteriormente, poco más de dos años atrás, lo había hecho en el marco de la campaña presidencial del año 2003, la que lo instaló al frente del Ejecutivo nacional.
En esta oportunidad, el matrimonio presidencial, junto a los ministros Julio De Vido y Aníbal Fernández, y el gobernador bonaerense Felipe Solá, arribaron desde la ciudad de Mar del Plata. El marco de la visita era la entrega de subsidios a varias instituciones locales, y el anuncio de una importante obra pública en la región, entre la que se destacaba la culminación de la autovía que une Mar del Plata con Balcarce.
Durante ese año 2005, y sobre todo a esa altura del mismo, se planteaban estrategias políticas desde el oficialismo para brindarle, luego de dos años de gestión, los cimientos políticos sólidos que le permitieran a Kirchner continuar consolidando su programa de Gobierno. El objetivo del presidente era reforzarlo y reafirmar el apoyo popular mediante las elecciones legistalivas.
Para el archivo quedó la frase que incomodó -tal vez por la intensidad, no sólo de las palabras sino de la mirada fija del Presidente hacia él- al entonces intendente de Balcarce, Carlos Erreguerena, alineado a Eduardo Duhalde en la Quinta Sección. Frente a las más de 1200 personas que colmaron el acto del gimnasio, Kirchner le pidió que "tenga coraje para terminar con los rincones de los viejos negocios pactistas".
Casi sin darle tregua, a pesar del estallido de aplausos del público presente, Kirchner insistió: "Intendente, la construcción de un país no puede ser un club de amigos".
Ese discurso, enfervorizado y por momentos cargado de ironías para quienes cuestionan sus ideas y formas ("no vine para que escriban bien de mí", dijo en una nueva alusión a algunos periodistas), no le impidió a la senadora Cristina Fernández esbozar una permanente sonrisa de aprobación, aunque, como si se tratara de una estrategia de campaña, la mujer guardó silencio durante toda la jornada y sólo se dedicó a escuchar y a saludar tras el acto.