“La tierra no crece, y por eso cada día valdrá más; hay que comprar tierra”, aconsejaba el capo mafioso Tony a su hijo en una recordable línea de la serie Los Soprano. A esa dicha certeza se le suman variables muy actuales: el acceso al agua, el mercado de los commodities (alimentos, combustible, energía) e intereses estratégicos de los Estados intervienen en la puja territorial en nuestro continente y, con mayor intensidad aun, en Argentina.
A comienzos de febrero, cuando una comitiva osó penetrar el camino público que conduce a Lago Escondido, personal del empresario Joseph Lewis –que se arroga poder de policía en la zona– agredió a los visitantes, entre ellos a un funcionario que debió ser evacuado en helicóptero. Lewis, lejos de disculparse, subió la apuesta: invitó horas después al mismísimo Mauricio Macri (“su amigo” según el expresidente) a la mansión sureña. Fue en el día de San Valentín y, aunque ambos cumplen años en febrero, resulta difícil suponer que el meeting responda al amor mutuo.
¿De qué hablaron? No se sabe, pero el encuentro triangular se completó con el potentado Árabe Yasir Al-Rumayyan, involucrado por varios medios en el asesinato del periodista Jamal Khashog en 2018 y Gobernador del Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita. Mostrarse en Lago Escondido: todo un oxímoron y un mensaje. La exposición voluntaria de una realidad paralela con leyes propias donde la idea de nación o Estado no rige.
Normas que no se cumplen y testaferros rabiosos son parte de las batallas secretas por la tierra que libran los megadueños a través de presidentes locales “amigos” o gobernadores que hacen la vista gorda.
El hombre del rifle
Nicolás Van Ditmar se ganó algunas denuncias oficiando de portero a las órdenes de Lewis. Como testaferro y administrador de Hidden Lake S.A. Van Ditmar, también director y dueño del 1% de las acciones, supo oportunamente reproducir los valores de su jefe a viva voz: “La justicia por mano propia muchas veces es el camino; todos los empleados vamos a pelear por la propiedad privada con sangre si hace falta” había confesado en su encendido discurso el 28 de marzo de 2011, frente a los tribunales de Viedma, disconforme con un fallo adverso (uno de los tantos) según el cual debía liberarse el acceso al Lago.
Por si quedaban dudas, el holandés errante –siempre encabezando pandillas con matones disfrazados de gauchos a caballo para amedrentar– cerró aquella arenga asegurando que impondría sus intereses “Con el Winchester en la cintura”. La bravuconada le valió comparecer oportunamente en la Justicia, pero sin consecuencias. Hoy, el reincidente, afronta una nueva demanda que el grupo de Abogados Solidarios presentó ante la Justicia Federal a raíz de las recientes agresiones contra el grupo que intentaba transitar el camino público al mismo espejo de agua, el 3 de febrero de 2022.
Lago escondido y su acceso están cercados desde 1996 cuando el magnate británico compró unas once mil hectáreas ubicadas entre El Bolsón y Bariloche. Lewis –a sus 84 años, uno de los 300 hombres más ricos del mundo y el quinto más acaudalado de Inglaterra– construyó su casa interrumpiendo un camino público ya trazado, a metros del agua, y violando la ley nacional que protege el área como “zona de seguridad de fronteras” según la cual allí solo pueden ser adquirentes ciudadanos argentinos.