
Parafraseando a Néstor Kirchner cuando hablaba en televisión acerca de cómo lamentablemente la mala política se encarga de los números pero se olvida de la gente, en Balcarce se dio el ejemplo más claro del contraste entre una planilla con datos, y el valor intrínseco del ser humano devaluado.
Desde esta mañana se informa débil y escuetamente acerca del "ingreso sin vida" de un bebé al Hospital Subzonal. Pero de esta tragedia surgen algunos interrogantes: ¿pudo haberse evitado esta muerte con más presencia estatal o estaba destinada a ocurrir? Si realmente es tan importante la vida de los demás para quienes nos gobiernan, ¿por qué no existe en kilómetros y kilómetros a la redonda de zona rural de Balcarce ni siquiera una sala de atención sanitaria mínima? ¿El ciudadano rural no merece acaso el acceso a la salud pública como los demás?
UN RECLAMO DESOÍDO QUE TERMINÓ EN MUERTE
Ya sea por incompetencia, por desidia, o por la peligrosa conjunción de ambos atributos, desde el gobierno se viene ignorando en forma reiterada el pedido de los vecinos y la oposición política, para que se realice la reapertura de la Sala de Primeros Auxilios de Ramos Otero. Nunca se termina de comprender (entre la falta de respuestas a quienes preguntamos y la falta de preguntas de quienes dicen tener erudición del periodismo), si para este gobierno local el petitorio no es económicamente viable, o si lisa y llanamente no les interesa ese tipo de políticas. Lo cierto es que mientras vivimos la extraordinaria situación de pandemia, murió un bebé y todo indica que el triste hecho sólo servirá para la estadística. Y sin ninguna duda, quienes deben dar explicaciones comenzarán a eludir responsabilidades con frases de manual como "si hubiese estado la salita habría ocurrido igual". Pero no lo sabemos.
Lo que sí sabemos es que, ante la falta de un efector de salud en la zona, oficiales del destacamento rural recibieron un llamado alertando de una emergencia médica por fuertes dolores que estaba sufriendo una joven oriunda de Napaleofú, pero que hacía pocos meses estaba instalada junto a su familia en la zona de Tres Lomas. Entre el miedo y la confusión, su marido desesperado subió a su doliente compañera y a sus 4 hijos pequeños a su auto sin otro rumbo que el de tratar de encontrar a alguien que los ayude, ya que prácticamente no conocen la zona. En algún lugar se encontraron con una mujer que, ante el relato de que "ella había estado perdiendo líquido" y la mujer entre gritos expresando que hacía unos días se enteró de que estaba embarazada, la improvisada enfermera la asistió en el parto.
Quién sabe qué habrá pensado en esos momentos, que probablemente fueron eternos. ¿Habrá hecho la mujer sus controles? ¿Será consciente de esta situación? Sin tratar de mostrar pánico o impresión se limitó a quitar el feto que estaba envuelto en materia fecal y con el cordón enredado, lo más rápido posible, para poner sus energías en tratar de salvar a la frustrada madre, cosa que finalmente logró.
Luego de las actuaciones legales de rigor, todo parece volver al inicio. La prevención falló, sin ninguna duda. En materia de salud pero también de educación. Probablemente esta mamá que no logró criar a su quinto hijo lo supere con el tiempo sin más dolor que el recuerdo de lo que pasó. Pero esa mujer, la samaritana que los auxilió en medio del campo, se seguirá preguntando si esa muerte, como tantas otras, podría haberse evitado.
Tal vez sea momento oportuno de que la política pase de ser la sortija en la calesita a un Estado protector que bregue y trabaje por y para sus gobernados. Un Estado que administre correctamente los recursos para lograr una sociedad equitativa. Un Estado al que le cierren los números, pero con la gente adentro.