Escribe Mora Nasep, licenciada en Comunicación Social, directora del Instituto de Macropsicología Salud Mental. |
Domingo 11 de la noche. El viernes avisaron en el trabajo que a partir del próximo lunes, hay que ir presencial todos los días. ¡¿Todos los días?! Pensé. ¿Por qué? Pregunta que claro, no puedo hacerles, porque convengamos que siempre fui a trabajar todos los días. Pero la excepcionalidad de la cuarentena, tras el paso de un año y medio, se convirtió en lo normal. Quedarse en casa se convirtió en lo normal. Y la excepcionalidad ahora es tener que ir y compartir ese espacio con gente que, salvo algunas excepciones, no elegiría. Como les pasará a todos, vamos, no nos hagamos los que nos caen bien todos nuestros compañeros de trabajo porque eso sería una gran mentira.
Hasta hace poco, las contadas veces que requirieron mi presencia, me mandaban un auto para ir y me tomaba otro para volver. A partir del lunes, agua y ajo. A tomar el bondi. El sólo hecho de pensarlo me hace faltar el aire. Quisiera hacerme bolita en un rincón del sillón y esconderme bajo una manta. No sólo tengo que ir a trabajar a la oficina sino que además... ¡tengo que ir en colectivo! ¡Con más gente! ¡Gente que no conozco! Gente que podría tener... ¡Covid! Y me imagino los barbijos con la nariz afuera, o en la pera. El tumulto, el calor, la transpiración de los demás impresa en el asiento al levantarse, sólo para que se siente otra persona. Creo que si hago foco, hasta puedo ver las bolitas picudas de coronavirus flotando en el ambiente. Me falta el aire, el corazón me va a mil. Se me nubla la vista. Me dan ganas de llorar. Mañana tengo que ir a la oficina, pienso mientras cierro la cartera, tanto como tengo cerrada la garganta.
Escenas como ésta son más comunes de lo que nos podemos imaginar. No podemos ignorar que el Covid tiene fuertes secuelas a nivel salud mental. Una de ellas tiene que ver con los ataques de ansiedad.
El tema de la ansiedad es importante tratarlo ya que puede devenir en fobia. Las fobias, incapacitan a la acción (¿Les suena la frase "el miedo te paraliza"?). El "Síndrome de Ansiedad por Covid 19" es un tipo de trastorno de ansiedad que puede derivar en un trastorno de ansiedad general y hasta en agorafobia. Este síndrome ya está entre nosotros expandiéndose como el virus que lleva en su nombre. Profesores de las Universidades London South Bank y Kingston University realizaron una investigación publicada por el Financial Times, en la que se constata que 1/3 de las personas que participaron del estudio es reacio a volver a ocupar espacios públicos muy transitados como, por ejemplo, el transporte público, gracias a este trastorno de ansiedad provocado por la pandemia.
Lo primero que tenemos que hacer es analizar si padecemos o no una fobia relacionada con la pandemia. A continuación presentamos una serie de tips para un rápido autoanálisis:
1. Falta de sueño. Uno de los efectos de un alto nivel de ansiedad es la imposibilidad de conciliar el sueño o tener un sueño deficiente.
2. Pérdida de interés y placer. Cuando no podemos encontrar placer en nada, nada nos conforta y comenzamos a sentirnos anestesiados en relación a lo que nos rodea. Si ya no tenemos ganas de hablar con nuestros amigos y familiares y nada pareciera ser de nuestro interés.
3. Sentimiento de impotencia. La impotencia puede transformarse en ansiedad paralizante. Crea un "efecto túnel" del cual nos parece imposible salir, quitando esperanzas en un futuro diferente.
4. Síntomas fisiológicos. Si, al salir o al tener la idea de salir de casa, se nos presenta en el cuerpo alguno de estos síntomas: aumento de la tasa cardíaca y la respiración, dolor torácico, temblores, palpitaciones, mareos, sequedad de boca, náuseas, diarrea, contracciones estomacales, aumento o disminución de la presión arterial.
5. Síntomas conductuales. Están relacionados a evitar el estímulo que desencadena la fobia, en este caso, salir a la calle, concurrir a espacios donde hay una considerable densidad de gente (supermercados, cines, teatros, transporte público) o incluso huida de estos espacios, si se hubiere concurrido.
Lo importante en casos de extrema ansiedad es, primero, reconocer lo que nos pasa, lo que sentimos. Es muy importante ir de a poco, no querer volver a la normalidad anterior como si nada de esto hubiera pasado. Es muy útil observar la respiración, ya que ante situaciones de temor, la frecuencia de nuestra respiración se acrecienta, produciendo un aceleramiento de nuestro ritmo cardíaco y aumentando, todavía más, nuestro nivel de ansiedad. El ejercicio también es muy útil, ya que ayuda a canalizar nuestra energía y nos facilita el sueño. Y siempre son buenos consejos apagar la tele (para focalizar en algo constructivo y no en algo alarmista) y buscar con quién conectar, que puede ser una amigo, amiga, familiar, conocido de confianza, que nos sirva de lazo con "el exterior".
Estos son pequeños consejos que, por supuesto, sirven de apoyo a un tratamiento dirigido por un profesional de la salud mental, que dispone de las herramientas necesarias para acompañarnos en el tratamiento de fobias de este tipo. Es hora de hablar de salud mental y de perderle el miedo, porque realidades tan pesadas como la que hemos padecido este ultimo tiempo, tienen su correlato en nuestra psiquis, lo reconozcamos o no. Buscar la ayuda de un psicólogo es tan válido como ir al dentista si nos duele una muela.
Estar mejor es posible, volver a sentirnos cómodos en presencia de otros que no pertenecen a nuestro círculo íntimo es necesario e inevitable. Por eso mismo, ante las primeras señales de alarma, es importante estar atentos, ser sinceros con lo que nos pasa y poner manos a la obra junto con alguien que puede ayudarnos a salir de esta situación.