Decir que el origen de la Pascua como celebración es judeocristiana por excelencia resulta cierto a medias. En términos históricos, la Pascua es preliminarmente judía.
El Pesaj, en hebreo, fue cronológicamente instaurado con antelación al rito cristiano, y celebra la liberación del pueblo judío respecto del yugo egipcio narrada en el Viejo Testamento al evocar la marcha de Moisés guiando a su pueblo a través del Mar rojo que Yahvé abre primero para salvación de sus devotos y cierra después para la derrota definitiva del ejército esclavizador.
Fue Jesús quien eligió las fechas ya consagradas por el judaísmo para
entrar en Jerusalén: escena donde la tradición evangélica lo refiere
alabado durante el cortejo que incluye las emblemáticas ramas de olivo
alfombrando su marcha humilde a lomo de burro.
La Pascua
cristiana celebra, en suma, otro paso, de importancia constitutiva: la
resurrección de Jesucristo. Ocurrida –según relata el Nuevo Testamento–
al tercer día de haber sido crucificado, el regreso a la vida terrenal
del Nazareno es el milagro fundacional de su credo.
La coincidencia calendaria entre dos religiones suma una segunda concomitancia en la etimología de “Pascua”, que en latín se escribe pascha, transliteración del griego πάσχα o pásja, y este, a su vez, del arameo פַּסְחָא pásja. La palabra en cuestión remite al concepto de "pasar, atravesar, de un estado y otro".
Si para el pueblo judío el Pesaj es la liberación del yugo y el paso a
la libertad, para el cristiano encarna el paso de la muerte a la vida en
el cuerpo de Jesús, hijo de Dios en la tierra. Y, para sus creyentes,
un nuevo nacimiento a una esperanza viva.
En la fe cristiana, la
Pascua es en singular y señala un día puntual: el “Domingo de
Resurrección”. Su celebración como tal no es sino hasta entonces, auqnue
los días previos -la Semana Santa- tienen también carácter
conmemorativo.
Hoy, las pascuas presentan en el mundo distintas
dinámicas ligadas a las culturas de los pueblos que las celebran. Sí
bien estas liturgias se apoyan en un mismo núcleo argumental, difieren
notablemente en sus formas y suelen estar vinculadas a tradiciones
regionales que conjugan una devoción popular y colectiva.
A diferencia de las fiestas religiosas que se practican puertas adentro
en el ámbito intrafamiliar, las celebraciones pascuales que destacan por
sus imágenes y participación multitudinaria en distintos puntos del
planeta, involucran lo público: ese carácter hace de ellas encuentros
regidos por la fraternidad horizontal, espontánea, solidaria,
mancomunada.
España y América Latina son las regiones que
encabezan la magnitud visual de las celebraciones pascuales. Dentro de
este grupo, muy en particular en el Caribe, hay pascuas que deslumbran
en el mundo entero.
Semana Santa en Antigua y el arte efímero
El fervor religioso de Guatemala, uno de los países más creyentes del
trópico, presenta cada año, en ciudades como Antigua, una verdadera
explosión de colores y textura, acaso fruto de la conjunción entre la fe
cristiana y ciertos aspectos del pretérito culto Maya.
En el
marco de la Semana Santa, en esta ciudad meridional guatemalteca, se
llevan a cabo las “procesiones” callejeras organizadas a su vez por las
“Hermandades de fe”. Estas convocan a miles de fieles que acompañan los
distintos pasos de la Pasión de Cristo relatados en los evangelios
canónicos.
Previo a estos desfiles, los devotos diseñan el sendero que ha de pisar
la procesión, integrada entre otros por unos cien devotos que cargan
enormes imágenes de figuras, frecuentemente la del propio Jesús con la
cruz a cuestas.
El diseño de esas sendas es la marca de
identidad guatemalteca en el marco pascual: con aserrín de colores, los
fieles trazan alfombras de motivos varios, cargadas de cromatismo, que
adornan las calles hasta que la caravana, haciendo a su vez un paso
ritual preproducido, las destruye. De allí el reconocimiento universal
de esta como una de las más famosas versiones del arte efímero conocido
en el globo.
En Honduras, canto, baile y manjares
En Comayagua, la antigua capital de Honduras previa a Tegucigalpa, se
repite la tradición de las alfombras efímeras y de las grandes carrozas
del vecino país guatemalteco, pero la celebración de la Semana Santa, y
en particular de su culminación del domingo involucra otros elementos.
Por ejemplo: los manjares.
Sopas hechas de pescado salado seco,
pasteles de queso, sopa de mondongo, rosquillas en miel y tamales dulces
se cocinan y sirven en puestos callejeros durante esas jornadas. A su
vez, las alfombras, que aquí suelen representar figuras bíblicas, no son
de aserrín sino de arena.
A diferencia de las guatemaltecas, las celebraciones hondureñas están
menos guionadas y las procesiones se desarrollan con bailes y cantos de
los que participan prácticamente todo aquel que se acerque, sin
preparación alguna.
La celebración en Sevilla
A su hispánico modo, en la capital andaluza los fieles despliegan en
Semana Santa una ceremonia mucho más dramática que la de sus pares
caribeños. Con imágenes de poderosa simbología e imponente aspecto, en
una gama cromática más oscura pero no menos impactante, los sevillanos
también salen a la calle en procesión.
Entre el Domingo de Ramos
y el Domingo de Resurrección, 60 hermandades marchan desde distintos
puntos hacia la catedral de la ciudad. En este caso, el guion de la
ceremonia es estricto en relación directa con la Pasión de Cristo:
entrada a Jerusalén, última cena, viacrucis, muerte y resurrección.
La actividad comienza el Domingo de Ramos y finaliza el Domingo de
Resurrección e incluye un riguroso protocolo dentro del cual se
establece el rol de los distintos elementos que engalanan el paso
procesional y portan los acólitos: estandartes, trompetas (que no se
hacen sonar, pero refulgen) las plataformas que sostienen imágenes
evangélicas, entre otras.
A los fines organizativos, El Consejo
General de Hermandades y Cofradías de Sevilla es el encargado de la
regulación del conjunto de procesiones de la Semana Santa. A su vez, el
Consejo agiliza trámites y acuerdos con las instituciones oficiales y
controla los horarios de paso por cada ruta establecida en el centro de
la ciudad.
Brasil
El gigante sudamericano
presenta similitudes con América Central a la hora de celebrar la Semana
Santa y las pascuas. En el caso brasileño, tal como ocurre con muchos
de sus santos y deidades, el sincretismo religioso se apodera también de
la celebración pascual e incluye elementos panteístas.
La adoración La flor Macela, que florece sólo en la Cuaresma, o la
elaboración y ofrenda de la “Paçoca”, un alimento que se prepara con la
mezcla de maníes triturados y azúcar forma parte de los ritos habituales
en estos días de abril.
La quema de Judas Tadeo en señal del
término de la Cuaresma se escenifica incendiando un muñeco que
representa la traición y es otro de los ritos muy replicado en todo su
territorio.
También en Brasil se realizan desfiles multitudinarios,
particularmente en las ciudades del norte, donde se cumple con “la
bendición de las palmas” tejidas en intrincados patrones que representan
cruces, aves, flores y otras imágenes temáticas.
Tantas Pascuas como culturas
Desde América hasta el norte, centro y este de Europa, la tradición
muta calidoscópicamente en versiones que expresan en un sentido u otro a
cada pueblo. Los detalles son tan variados como curiosos.
Durante la semana pascual, la población húngara desarrolla un ritual que busca aumentar la fertilidad de las mujeres jóvenes rociándoles determinados perfumes que garantizarían la continuidad de una progenie. En cuanto al domingo de resurrección, suele destacarse por un plato en particular: el “húsvéti sonka”, o pierna de cerdo ahumado durante varios días que se sirve en largas mesas.
En Rumania, las prácticas del periodo de Pascua responden a tradicioes
instauradas por la iglesia cristiana ortodoxa. Cuando las familias
asisten a misa, suelen encender velas que transportan encendidas hasta
sus hogares para marcar cruces con ellas en las puertas de sus casas.
En cuanto a la caza del huevo de pascua o conejo de chocolate, quizá no
guarde relación simbólica alguna con el significado de la Semana Santa,
pero es una tradición aliada al feriado cristiano que se practica
especialmente en Finlandia, Suecia, Noruega, Polonia y se ha extendido a
muchos países, incluyendo algunas ciudades argentinas.
Finalmente, Roma, epicentro del cristianismo es sin duda la más
concurrida con sus procesiones que progresivamente se fueron articulando
con los rituales paganos de los muchos pobladores de Sicilia que se
establecieron en la capital italiana dotándola de nuevas prácticas en
este y otros tantos aspectos.
En definitiva, la Pascua, como la
fe misma, es, además de un acontecimiento religioso puntual, un marco
donde se expresan de distintos modos, idiomas y formas, una voluntad de
creer y celebrar esa creencia en comunidad; acaso la más noble de las
pulsiones humanas.