La pulseada por la presidencia del Concejo Deliberante que nadie quiere admitir

A más de un mes de la derrota electoral, en el radicalismo no estarían dispuestos a ceder la conducción del legislativo local.



La política en general atraviesa lo que podría ser un nuevo momento excepcional, aunque no necesariamente en términos positivos. A nivel "macro", los espacios en sus esferas nacionales y provinciales viven días de expectativa y nervios, pero también de incertidumbre. La muestra cabal de ello son las constantes manifestaciones y expresiones casi proféticas, que anticipan tiempos que nunca llegan. La gran mayoría de la clase política se ha dedicado a ensayar y practicar el arte de la adivinación, perdiendo la capacidad de análisis concreto y certero. Por citar un tema coyuntural e inmediato, si uno consulta a cualquiera de los actores de la política actual cuál será el rumbo de la economía argentina —incluyendo la variación del precio del dólar— después de los comicios del 26 de octubre, las respuestas son tan variadas como antagónicas entre sí, algunas hasta inverosímiles. En el mismo sentido, las contestaciones respecto de si las alianzas electorales permanecerán como unidades políticas son de lo más variopintas.

Y Balcarce no está ajena a este trance: a nivel "micro", la mayoría —si no la totalidad— del universo político local viene transitando una guerra fría, con la particularidad de que no se limitan a mantener a raya a su adversario, sino que existe un estado de alerta puertas adentro, en busca de posibles desertores, traidores y tibios manipulables. Y una máxima de este estado de vigilia permanente parece ser fingir demencia: lo que ocurre a cielo abierto a la vista de cualquiera, no está pasando.

En este contexto, desde hace no menos de un mes se viene gestando una situación alrededor del Concejo Deliberante de Balcarce, de la que todos evitan emitir una declaración clara, cuando no dicen desconocerla: ¿qué va a pasar con la presidencia del legislativo?

Origen de los chispazos

La madre del borrego se sitúa un mes atrás: el 7 de septiembre por la noche, en La Libertad Avanza festejaban lo que había sido no solo una victoria electoral, sino la primera derrota del radicalismo en más de una década, rompiendo con una hegemonía en la que durante 12 años pareció invencible en las urnas, e indiscutible en el legislativo, particularmente por su abrumadora mayoría de concejales. Y fue este batacazo libertariano el que no solo convirtió al oficialismo en la primera minoría, sino el que desbancó la figura invencible del intendente Esteban Reino. Y en el Municipio, el resultado de esta elección no solo sorprendió: también dolió.

Casi como siguiendo un curso de manual, no pasaron ni 48 horas de la inesperada derrota, cuando desde el Ejecutivo se comenzó con la otra campaña: la de sostener la gestión, a la que, más allá del desgaste y las críticas que puedan existir, le quedan todavía dos años por delante. Los dos últimos años de Reino al frente del gobierno local, en los que la premisa parece ser clara: obras que se vean, mejorar la vida de los vecinos. O sea, cumplir con el contrato social tácito de cualquier administración.

Desde el oficialismo, intentan dar vuelta el mensaje para no mostrar más señales de debilidad, y aquí es donde entra en juego el Concejo Deliberante. Aunque no se trata de un hecho legislado o reglamentario, existe una tradición por la cual los distintos bloques, cada dos años, votan por quién va a ocupar la presidencia del legislativo de Balcarce, históricamente un miembro del espacio que gana las elecciones. Y aunque desde hace un tiempo se intenta maquillar mediáticamente la discordia, dejando trascender que habría un acuerdo para que en ese cargo continúe el actual presidente del HCD, el radical Agustín Cassini, la realidad es otra: lo que se intenta desde el Ejecutivo mismo es evitar perder ese cargo, que no es más que ilustrativo en términos políticos, aunque "simbólicamente de peso", según consideró un funcionario boina blanca del Municipio.

El antecedente de 2013

Para refutar esta teoría en la que se supone que el gobierno no puede perder ese nombramiento legislativo, basta con trasladarse hasta el año 2013, precisamente la primera elección —de las seis consecutivas— que ganó el radicalismo balcarceño, con sus distintas alianzas. En ese entonces, mientras el actual Jefe comunal ocupaba una banca del HCD y el Municipio estaba conducido por el peronismo hasta fines de 2015 con José Enrique Echeverría a la cabeza, Esteban Reino se convirtió por consenso en presidente del Concejo Deliberante, siendo todavía oposición.

¿Y por qué en esta oportunidad genera tanto ruido tener que cumplir con esa "cortesía" de la que nunca nadie se había quejado? Cualquier conjetura podría ser aventurada, pero los indicios apuntan a no mostrar más señales de debilidad, entendiendo las dificultades que significarían tener que gobernar el distrito por dos años más, en una situación de resquebrajamiento o desgaste extremo.

Sumado a esa sensación, desde el Ejecutivo también anticipan un escenario adverso en materia económica, devenido en más malestar social, en el que los recursos serán cada vez más finitos y limitados, con los que será cada vez más difícil llevar adelante obras y mantenimiento. Además, entienden que el cliché "la culpa es de Kicillof" está teniendo cada vez menos efecto deseado, a medida que crece el descontento por las medidas negativas e indisimulables tomadas por el gobierno representado por Javier Milei.

Consensos y poroteos

Y entonces, ¿de qué depende lo que pase en el Concejo? De la votación de los bloques políticos. En este sentido, el radicalismo ya no tiene la mayoría de los 18 concejales para imponer su voluntad. En la misma situación están el resto de los partidos, por lo que para el desenlace deseado por Reino y compañía deberán negociar con otro espacio para lograr la mayoría necesaria. Y aquí es donde comienzan a aparecer los matices que confunden a la mayoría, como perros queriendo morder su propia cola: ¿quién es oposición en esta configuración legislativa local? El peronismo, que desde diciembre tendrá solo cuatro bancas, se ha encolumnado dentro de ese rol desde la hora cero de la gestión radical. De cualquier ensayo de teoría, se desprendería que no acompañaría al Ejecutivo en su objetivo, aunque de no hacerlo le estaría dando luz verde a los libertarianos.

¿Y Gabriel Petruccelli? Para muchos es un agujero negro, una "constante indefinida" en términos físicos. El concejal electo, con el mismo origen político que el actual armador de LLA en Balcarce, basó su campaña electoral dirigiendo su artillería contra la gestión municipal, sin hacer alusión al gobierno nacional. Entonces: ¿rechazaría también las intenciones del radicalismo? De hacerlo, también entraría en un terreno confuso, jugando para Enrique Guillén, con quien hace años, mientras compartían el bloque massista del legislativo, tuvieron una ruptura aparentemente irreconciliable.

La elección de la próxima representación del Concejo Deliberante va más allá del poroteo y las negociaciones de camaradería: de las 18 bancas, el radicalismo (Juntos, Juntos por el Cambio y Somos BA) va a ostentar solo ocho a partir del 10 de diciembre. Fuerza Patria y Unión Por la Patria se quedarán con cuatro. Una la ocupará el espacio Potencia. Y las cinco restantes, las ocupará La Libertad Avanza.

¿La conclusión? Más allá de lo que se vote y en qué sentido se haga, la decisión que se tome va a tener consecuencias. Para bien y para mal, dentro de todos los espacios políticos que, a lo largo del tiempo, han ido formando eventuales alianzas, temporalmente consideradas útiles, y que con los años decantan en evidentes encrucijadas de las que más de uno no sabe cómo escapar.