

Lo que era un secreto a voces finalmente salió a la luz: La Libertad Avanza en Balcarce está rota. Y no es una grieta menor, sino una fractura que promete reconfigurar el tablero político local justo cuando el espacio violeta se preparaba para estrenar su rol de principal fuerza opositora en el Concejo Deliberante.
La historia viene de lejos, aunque pocos quisieron verla. Tal como adelantó Sudestada allá por el mes de julio, la concejala Mara Laso Barreiro se plantó contra la postura de su propio bloque en una resolución sobre el INTA, y las alarmas comenzaban a encenderse. Pero en ese momento, con las elecciones del 7 de septiembre a la vuelta de la esquina, nadie quiso darle demasiada importancia al asunto. Total, eran épocas de armado de listas, de promesas y de cara al público. Las diferencias internas quedaban para después, y en ese entonces se suponía que tal vez podrían resolverlas.
Sin embargo, llegó septiembre, y con fuerza LLA se impuso cómodamente en los comicios, sellando una alianza electoral con un sector del PRO que se autopercibe como "oficial" —sí, en Balcarce hasta el PRO tiene sus propias subdivisiones, porque el otro espacio amarillo responde al oficialismo en el Concejo—. Esa victoria, sorpresiva incluso para los libertarios, trajo momentos de celebración y unidad. Pero duraron poco: ahora, cuando faltan días para que los nuevos concejales asuman el 10 de diciembre, las fuentes del espacio ganador no ocultan su preocupación, ya que las fisuras no solo persisten, sino que amenazan con profundizarse. Y esta vez no se trata solamente de Laso Barreiro.
Los números son reveladores y, para los que gustan de la política como juego de ajedrez, deliciosos. A partir del 10 de diciembre, LLA contará con cinco bancas sobre un total de dieciocho. El problema para el espacio que milita a Javier Milei es que, según se desprende de sus recientes declaraciones públicas, Laso Barreiro no estaría dispuesta a seguir disciplinadamente las decisiones del bloque comandado por Ángel Enrique Guillén. Y la cosa no termina ahí: se rumorea que alguno de los flamantes concejales electos podría sumarse a la disidencia, aunque no necesariamente trabajando en equipo con Laso Barreiro. Cada uno en su propia vereda, pero igual de problemático para la solidez del espacio.
Del otro lado del mostrador, en el oficialismo de la alianza radical-PRO, ya están afilando los lápices y haciendo cuentas. La matemática es simple pero elocuente: al perder la mayoría en diciembre, el oficialismo quedará con ocho bancas contra diez de la oposición. Pero —y acá está lo interesante— esos números son fluidos, casi líquidos, porque dependen del comportamiento de los díscolos.
Imaginemos el escenario: si alguno de los concejales en desacuerdo con su bloque decide votar con el oficialismo, el resultado sería un empate perfecto, nueve contra nueve. Y ahí entra en juego una de las situaciones que más especulación ha generado: en caso de empate, quien define es el presidente del Concejo Deliberante, votando nuevamente. Es decir, en esa eventual situación, quien controle la presidencia tiene en sus manos la llave de la aprobación legislativa, una llave imperativamente necesaria para el Ejecutivo.
Por eso no sorprende que la presidencia del Concejo se haya convertido en el tema más caliente de estas semanas previas al 10 de diciembre. Hasta el momento, el oficialismo no muestra intención alguna de soltar ese sillón. ¿Por qué habrían de hacerlo? Con los números tan ajustados, esa presidencia podría ser la diferencia entre gobernar con cierta tranquilidad estos próximos dos años, o tener que sentarse a negociar.
Lo paradójico de todo esto es que LLA llega al HCD como la gran ganadora de septiembre, pero con las heridas internas expuestas. La pregunta que flota es hasta cuándo podrá sostenerse esta situación antes de que explote definitivamente.
Mientras tanto, el oficialismo observa con atención, casi con regocijo, cómo su principal rival, que lo derrotó después de 12 años de hegemonía radical, parece desangrarse por adentro. Porque en política, como en todo, a veces la mejor estrategia es dejar que el adversario se derrote solo.
Lo cierto es que diciembre promete ser mucho más que una simple ceremonia de asunción. Será el momento en que se definirá si La Libertad Avanza puede recomponer su unidad o si, por el contrario, la ruptura será el principio de una larga agonía política. Y en el medio, dieciocho bancas que decidirán el rumbo de Balcarce en los próximos años, con un voto que puede hacer la diferencia entre el poder y la irrelevancia.
